Al principio, observando esta sota de oros, pensaba que la mujer de la imagen tenía unos patines puestos e intentaba mantener el equilibrio, pero en realidad no es así. Su pie se apoya sobre una raíz que sale del centro del mandala que está en la tierra y llega hasta el otro mandala que sostiene entre sus manos. Bella metáfora de los que somos y de dónde venimos: somos como aquello que nos ha creado, somos reflejo de aquello de lo que partimos. Espejos de la Gran Madre que nos permite experimentar qué es esto de vivir con un cuerpo sintiente, con una razón que determina y clasifica.

El propósito de la vida se despliega en cada instante, ya estamos en él. La sensación de que es algo que está por llegar es una ilusión. En el mandala, como representación fractal del universo y de la naturaleza, estamos nosotrxs también incluidos para su materialización mediante la vida. Nuestro cuerpo está formando parte de ese mandala, cada uno de nosotros somos fractal de algo inmensamente más grande que nos ha creado y nos configura. Por lo tanto, si soy parte, soy portadora de su esencia.

El propósito está siendo albergado por nuestro cuerpo, yo la contenemos, ya está y es. Siempre se trató de asumir lo que somos ahora y lo que seremos mañana, dejando que lo que esté por llegar lo haga y lo que somos ahora sea vivido, íntegramente. Llegaremos a entender lo importante y lo haremos en el momento oportuno, nuestro cuerpo nos dará la respuesta solo cuando la podamos comprender; ahora, lo que está en nuestra mano, es acceder conscientemente a lo que es ofrecido.

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