¿Qué ocurre cuando algo se concreta? ¿Cuándo deja de ser un sueño, una fantasía, un proyecto, un objetivo, etc., y lo vemos plasmado en la realidad? Me he pasado mucho tiempo no queriendo hacer y concretar porque lo que se materializaba era una versión demasiado realista de eso que estaba en mi mente. Me ha pasado toda la vida con casi todo. El mundo de las ideas de Platón ha hecho mucho daño.
Las expectativas son inevitables cuando no eres un robot; si además tienes una mente propensa a la imaginación, a la fantasía y un pasado complicado, las posibilidades de que la vida cotidiana te decepcione son muy elevadas. Sin embargo, hay un elemento que en el mundo de las ideas no existe, y si existe lo hace con una intensidad irrisoria comparada con cómo se presenta en el plano más concreto y cotidiano de la realidad.
Hablo de la magia. Y no me refiero a esa magia que se compra y se vende. Es la magia que se presenta sin más, sin ser prevista y calculada: en las sincronicidades, en una mirada de amor, en la carcajada…en todo aquello impredecible que solo puede presentarse cuando estamos presentes, sin soñar y sin pensar. Es entonces cuando esas expectativas soñadas sobre algo que podría llegar a ser se convierten en algo pequeño y estúpido, al ser trascendido por la fusión del espíritu y la tierra, concreto y abstracto dentro de un cuerpo que es el nuestro sintiendo la vida, sintiendo la magia.