Pido disculpas de entrada por la generalización que voy a lanzar a continuación, al no tener en cuenta los matices. La generalización es la siguiente: hay dos grupos de personas que acuden a mi:
Por un lado, la persona que necesita comprender su vida y sus situaciones con detalle. Se podría decir que necesita definir el mapa de su vida, sus límites y fronteras. Busca información y no actúa, no hay acción tras la consulta. Necesita comprender, no buscar el cambio, precisa de entendimiento.
Por otro lado, está la persona que tras la consulta se lanza como la carta de El Carro a modificar las acciones necesarias para el éxito y el cambio. Al obtener las respuestas esperadas, entienden lo que les ha estado obstaculizando su resolución, y actúan para revertir la situación y/o cambiar sus patrones de conducta.
Independientemente de cómo ofrezco mis servicios (ya sabéis que yo introduzco elementos del coaching que promueven la acción) la persona acaba decidiendo qué hacer con la información que recibe, valora y actúa en función de sus parámetros internos; esta actuación puede decantarse por no modificar, por no cambiar, por permanecer inmóvil.
¿Esto es malo, está mal la no acción? En este momento es muy adecuado hablar de La Papisa, la carta más sabia del tarot. El arquetipo de La Papisa consigue el conocimiento a través de la intuición; bucea en su sombra y busca los recodos de todo lo que hay bajo la superficie, todo aquello que queda velado para los ojos. Ella encuentra lo oculto, lo saca a la luz: es visto y asumido. A diferencia de El Ermitaño (un arquetipo con tintes parecidos a La Papisa) que adquiere el entendimiento filosófico mediante el retiro y la soledad; La Papisa llega al entendiendo en el cotidiano de su vida, en la rutinaria observación de lo que le rodea. Para ella es necesario el retiro momentáneo de la acción, pues es lo que trae la conciencia. Las claves de aquello que queda oculto por nuestra sombra o inconsciente, llega a través de la atención plena de lo que acontece alrededor nuestro.
Es por esto que a veces predomina en nosotras/os este arquetipo, este comportamiento que nos invita a pararnos y a reflexionar. Detenernos porque necesitamos que el entendimiento nos llegue sin el ajetreo de la acción; ya que ésta trae, a su vez, información nueva, imposible de asimilar para el arquetipo de La Papisa, si antes no ha entendido o asimilado la información que le precedía.
Cierto es que La Papisa puede presentar un aspecto invertido que se manifiesta con el bloqueo energético, que ha llegado precisamente por asimilar tanto entendimiento y sabiduría. Conoce tan bien nuestro inconsciente y su potencia que le teme. Ella, la portadora del conocimiento, la que a través de la intuición ha comprendido que es el amor y la libertad, abrumada por su propio potencial de consciencia, se bloquea y paraliza hasta convertirse en la sombra de la propia sombra que un día rescató.
Es en estos casos que nos toca marcar el límite entre La Papisa como sabía y paciente observadora de la realidad, y La Papisa invertida a la cual el miedo a lo conocido, y a lo que queda por saber, no permite dar un paso. No hay posible valoración externa sobre lo que es mejor para cada una de las personas. Barriendo para casa: sí es verdad que si preguntamos al tarot, asumiendo que es la voz de nuestro deseo interno el que se manifiesta, nos puede dar una respuesta clara sobre lo que necesitamos. Nos queda, en última instancia, nuestro libre albedrio, ese espacio de libertad que nos pertenece y que nos invita a transitar sean cuales sean las consecuencias de las acciones o no acciones que emprendamos. Podemos quedarnos tranquilas/os en todo caso porque el arquetipo de La Papisa que habita en todas/os siempre acabará encontrando la forma de hacernos volver a la luz .