Me pone nerviosa cuando alguien me habla que venimos de Orión, o que las pirámides egipcias las construyeron los pleyadianos. Me entran sudores fríos cuando son personas a las que respeto y admiro, y esperan mí validación. No la puedo dar, soy historiadora, no es solo porque lo leí, lo estudié o me contaron que la realidad puede ser de otras maneras: he desarrollado mi propio criterio (esto es lo que gané estudiando esta carrera universitaria), hay cosas en las que creo y otras en las que no.
Mi persona como ser espiritual está en continuo cambio: hoy afirmo algo con contundencia, de la misma manera que me abro a la posibilidad de que mi realidad cambie, de que las certezas de hoy no sean las de mañana. Imposible crear un partido político o una religión con estas expectativas. No creo en Dios, y paradójicamente tampoco creo que la consciencia sea una creación humana. No creo en Jesús y tampoco en María Magdalena como personajes históricos con tanta parafernalia alrededor de ellos. En el caso de Magdalena sí creo en ella como arquetipo, y en su aportación como referente del religioso femenino.
Mi ideario metafísico está en continuo proceso de gestación, no puedo compartir porque tampoco lo puedo concretar, solo puedo compartir lo que tiene que ver con mi realidad tangible, con lo que he experimentado que es y, por tanto, forma parte de mi día a día.
No vendo certezas, al menos no las que tengan una vía exclusivamente unidireccional, ¡qué harta estoy de los gurús! Lo que ofrece mi persona a todx el que le pueda interesar es mi compañía, mi mano en un viaje que haremos juntxs; en el que nos iremos nutriendo y que, sin embargo, la verdadera creación, el verdadero milagro será cuando en la profunda nada de tu cuerpo, y en la más absoluta soledad, generes tus respuestas.