Llamaste a mi puerta y me hablaste de un regalo el cual me ofrecerías a través de la experiencia. El previo encuentro con tu esencia lo viví en tu nombre y lo padecí en el mío. No llegué a darme cuenta antes que estar sin ti suponía viajar sin viento a favor por la experiencia, derivar en la inconsciencia del postureo, pasar a toda velocidad por un lago de calma. Entonces te halle, y al hacerlo todo y nada cambió, todo y nada me cambió.
Ese día me levanté a la misma hora, vi a la misma gente, me contaron las mismas historias, incluso todo lo viví como siempre; pero de repente, aparentemente sin previo aviso, empecé a escuchar una voz que llegaba desde un lugar inadvertido de mi cuerpo. La voz portaba la palabra que impregnó mi cuerpo hasta convertirlo en el tuyo. Supe que esa palabra era tu esencia y desde entonces la mía, que envolvería mis actos y mis vaivenes, colocaba a mi cuerpo en un mundo nuevo y ponía fin a la lucha nunca más infinita.